El balonmano en la Salle Bonanova es como un campo de naranjos, de frambuesas (por el rojo grana) o del fruto que queráis. Cuesta de creer cómo con el paso de los años se ha mantenido viva esa parcela deportiva sin que las hectáreas de fútbol le hayan quitado el agua. Algunas, como la vecina Escola Pía, no pudieron hacer frente al monopolio futbolístico. Aunque en nuestro caso no hay misterio: si sigue llegando agua es porque la seguimos regando since 1950. Por supuesto, aun en 2020, continúan creciendo cada temporada naranjos bien robustos. Me permitiréis la analogía con nuestra base: a menudo, surgen generaciones de oro, labradas con años de esfuerzo, y, a menudo también, llegan gigantes como el Barça para llevarse la mejor cosecha. Pero en esta casa la tierra siempre ha sido especialmente fértil. Los árboles nunca han marchitado porque sus raíces beben de la pasión de jugadores como Jacobo Azofra. Rara avis del balonmano.
Y es que no todos los jugadores practican dos deportes a la vez. A sus 16 años, Jacobo Azofra, extremo derecho del cadete «A», también juega a hockey en el Sant Cugat , y se está ganando el título de Jeep todo terreno de la Salle, porque no para. «Mucha gente me llama loco, porque no es nada fácil llevar al día los estudios a la vez que entrenar a hockey, a balonmano con cadetes y juveniles, y llevar mi equipo de peques en hockey«.
Cuentan las buenas lenguas que se apuntó a balonmano porque un tal Gabriel Benedicto, pivote del primer equipo y entrenador de la base, vio potencial en él. Era zurdo y asombrosamente entregado. «En septiembre de 2016, mis padres trabajaban las dos primeras semanas, y yo estaba de vacaciones. Como no me podía quedar en casa, me apunté al campus de pretemporada de balonmano, y mi mejor amigo, Nacho Valeri, iba. Al finalizar el Campus, Gabi y un poco entre todos, me convencieron para jugar al balonmano porque necesitaban un zurdo«. Y ahí empezó todo. Quienes le conocen de cerca, afirman que Jacobo «es un lider«. «Es el primero en llegar a los entrenamientos y el último en irse. Nunca falla«, comenta su entrenador, Joan Alegre.
Él formó parte de una de esas «golden generations» que lo ganaba todo. Aunque, en un abrir y cerrar de ojos, su equipo se desintegró. Muchos de sus compañeros saltaron a clubes de mayor estructura, como Esplugues o Granollers, pero él no cedió. Su tiempo de barbecho seguiría transcurriendo en la Salle porque «es fiel a sus colores y el espíritu de equipo es importante para mi». Aún así, Jacobo admite que «fue complicado», y que «tuvo la tentación de irse de la Salle»
Estamos confinados, pero aquí sigue. Ese compromiso que destila, y que ha demostrado a lo largo de este tiempo, se refleja directamente en la pista, pues es un ganador nato y siempre está animando a sus compañeros. Su locura por el handbol nos lleva a los momentos más dulces y a las mejores anécdotas. Uno de ellos, recuerda, fue «un gol contra el Barça en Lliga«, otro gol fue el de «esta temporada, con los juveniles contra el Ribes, fue el gol del empate, sobre el pitido final, partido en el que fuimos perdiendo de 7 y acabamos empatando…«. Y en su álbum de mejores momentos con la Salle, no lo duda, entrarían estos recuerdos: «en infantil, conseguimos entrar en Lliga. Pero no nos conformamos, y acabamos con el sabor agridulce del top 5, a un puesto de sectores. Otro buen momento fue cuando el año pasado, en las eliminatorias de primera, perdimos de 6 contra el Banyoles en casa, y a la vuelta ganamos de 7, ganando así la eliminatoria«.
Por otra parte, cuenta su míster que «en un encuentro contra Palau, él tenía partido de hockey antes y venía desde Sant Cugat, con el tiempo muy muy justo. Cuando llegó, justo 5 minutos antes de empezar, tenía la boca naranja de haber comido espaguetis en el coche. Acabó destrozado, pero valió la pena». Ante esto solo podemos decir una cosa: este señor lleva el ADN de la Salle. Y esto es la pera, nunca mejor dicho.
Porque su ilusión es perenne y su compromiso, duro como un tronco. Los que llegaron al primer equipo (y al segundo, y al tercero), son aquellos que lo dieron todo y perseveraron. Jacobo se considera un luchador y para él «el balonmano es más que una pasión«. Algún día, dice, «me encantaría jugar en el Senior A de la Salle, es toda una aspiración para mi». Jugadores como Conrad son su referente. «Tiene un chut muy potente, salta de 9m con facilidad y lanza un misil». Como Conrad y otros tantos jugadores, él es un buen ejemplo del balonmano que nos representa. Puro y natural. Denominación de origen.