Albert Jene, la última parada

«Ya podemos atacar bien que si no defendemos no ganaremos una puta mierda«. Sentimos las formas, pero en los vestuarios es así.

Cuántas veces habremos oído esta verdad como un templo, y cuántas veces pudimos cogerla con pinzas porque en la Salle, amigos, contábamos con Albert Jene. No era excusa, pero es que era el guardián de la portería lasaliana, el niño que a los 6 años acabó (¿de rebote?) en la portería de su equipo porque no había candidatos. Albert es el hombre que se convirtió en un valor incalculable bajo palos, un prehistórico jugador que nunca fallaba, que siempre estaba ahí.

Se trata del mismo hombretón que este final de temporada se ha despedido del balonmano tras 28 años de juego, el más longevo del club hasta la fecha. Su trayectoria bien merece un relato. Esta es la historia de un alumno aventajado de la Salle que terminó el curso con sobresaliente. Su maestro aún anda por el cuartito; se llama Ramón, Ramón Zapater.

Un fichaje vía nota en la agenda

Habitualmente, nota en la agenda en el colegio significaba marrón, una bronca epistolar, un recado para tus padres donde quien acababa pagando eras tú. Pero aquí fue al revés. La nota en la agenda la puso Ramón Zapater allá en 1994 y quien acabaron pagando la cuota fueron sus padres: «Ramón me puso una nota en la agenda diciendo que presentaba buenas aptitudes para jugar a handbol y que estaría bien que me apuntara, entonces mis padres decidieron hacerlo«.

Estaba todo escrito, Albert ya podía jugar, eso sí, lo haría en los patios del colegio: «Por entonces, empezamos jugando en ese gimnasio de arriba donde las porterías están pintadas en la pared«. Un niño se motiva con nada y menos, y así es como el destino le llevó a custodiar los tres palos más difíciles de traspasar. «Yo quería ser jugador y portero. Cuando llegó el momento de pasar a balonmano grande me preguntaron que qué quería ser, y yo dije que las dos cosas: jugador y portero. Entonces me dieron camiseta para los dos. Lo que pasó es que en el equipo no había portero, y entonces ya me quedé«.

El sueño de un niño: jugar en el Barça

Albert Jene salió de la hornada del 1988, y aunque esa no fue precisamente la generación más desmantelada por los Barças, uno de niño veía a sus compañeros volar y se ilusionaba. Hay algo curioso en la larga trayectoria de Albert, y es que jamás cambió de equipo. Tampoco le llamaron, salvo una única vez, que reconoce que el Aula lo tentó. «Cuando eres pequeño tu referente es el Barça, pero después cuando vas siendo más realista y ves que no llegarás, buscas un sitio donde pasártelo bien. Y para mi ese sitio era la Salle«.

Creció rápido (en los dos sentidos). Y aunque cuando quiso darse cuenta ya estaba en el Senior A y B, nunca dejó de soñar. Ricard Parera, quien apostó por él en el salto a senior, recuerda con retintín que «muchas veces no sabías si podías contar con él porque se iba a Piera de fin de semana«. Las puntuales hipotecas de fin de semana no le impedirían conquistar la portería en el primer equipo de la Salle, claro está. Y si así fue es porque hizo valer una de sus mejores virtudes: la constancia. «Se quería superar en cada entreno para dar el máximo de él mismo. Estaba día a día trabajando y dando el cayo para la mejora del equipo y la suya personal bajo los palos«, recuerda Iván Pérez, exportero de la Salle con quien compartió el primer año de Nacional en 2015.

El tiempo lo puso todo en su sitio. Y el destino al final quiso que este último año 2023 lo viéramos desdoblado vistiendo la camiseta blaugrana. Nadie sabe cómo, pero en el match benéfico que perdimos de 20 contra el Barça B, Albert ganó algo: la camiseta de Nielsen, el portero del primer equipo del Barça. «A la media parte del partido me acerqué a él y le dije si me daba su camiseta. Se lo dije en castellano y me dijo que no lo entendía, entonces pasé al inglés y me dijo que no lo sabía, que tenía que preguntarlo. Al final del partido me volví a acercar a él y me dijo que no le dejaban, pero que tenía una en la bolsa y que me la daba«

Desde ese día, Jene asistió a todos los entrenos enfundado en la camiseta de Nielsen.

El sueño de un niño mayor: jugar unas fases

El camino para alcanzar un sueño es duro y hay que andarlo, y el suyo partió del Senior B, un filial que servía como pista de aterrizaje para casi todos los juveniles que se iniciaban en categoría senior. Él era uno de los que a veces doblaba. «Antes, cuando hablábamos del Senior A creo que nunca hubiéramos imaginado que podría estar en Nacional, y el haberlo hecho posible es algo que me llena de emoción«. Jene está en lo cierto. El año en que Dani Ariño lo subió definitivamente al primer equipo (temporada 2011/2012), la Salle había descendido a Primera Catalana y estaba todo por ganar; y por demostrar. Subir a Lliga era el reto.

Año a año, paso a Paso, la Salle no solo ascendió, sino que opositó a pelear las primeras posiciones de Lliga… hasta que su deseo de subir a Primera Nacional por primera vez en la hitoria del club se cumplió. Su sueño en realidad era el de todos. «Las primeras fases siempre son especiales, además, al ascender ya en el segundo partido, hizo que fluyera todo muy bien. Después también recuerdo mucho las de Nava, a nivel de resultados fueron duras, pero se hizo mucho equipo. Y las últimas de Almoradí también fueron especiales. Jugamos muy bien a handbol«. Obviamente las fases han sido motivo de su máxima felicidad como jugador, pero estas memorias Jene las cuenta sin mostrar excesivo entusiasmo.

La impasibilidad como arma letal

A tenor de lo del entusiasmo, interpelamos al lector: si conoces a Jene, intenta recordar un momento suyo de calentón. Vale, para; no los hay. Su indiferencia ante la provocación, la intensidad e incluso el dolor, es un hecho. Una condición que asombraba a unos y desquiciaba a otros. «Era impasible. Le daba igual recibir 3 goles seguidos desde el extremo cerrado, que parar cuatro contraataques a bocajarro» apunta Alfredo Rocha, exportero del primer equipo. «Con él siempre te sentías seguro«, añade. «Si no tenías un buen partido, él estaba allí«.

De constitución grandota, alto y ancho, Jene tapaba todo campo de visión del atacante, y sacaba balones con sus bautizadas «paradas del oso» (por arriba) y las «patadas» (por abajo), ambos movimientos fugaces fruto de sus buenos reflejos. Cuando el balón estallaba contra su cuerpo, por sus venas seguía corriendo horchata: «No es algo que me de especialmente miedo. Al final, a lo largo de un año, puedes sumar muy pocos balonazos dolorosos. Te vas acostumbrando. Aunque en los entrenos, si me dan en los huevos, duele especialmente porque no llevo huevera…«.

La portería de la Salle no tiene un único dueño

Pese a que Albert estuvo toda la vida en la Salle, es importante destacar que la portería nunca tuvo una única cara. Posición de largas estancias, con todo, para Albert la portería lasaliana no era su trono intocable. Nunca fue una cuestión de talento, recursos o galones, sino de complementariedad. El mejor ejemplo lo encontramos en el trío más consolidado de los últimos años: Alex, Edgar y Jene.

«Son unos grandes amigos, he aprendido mucho de ellos, tanto de Edgar, Alex como Alfredo, que son con quienes más he compartido posición. Nos hemos complementado muy bien, siempre he coincidido con porteros muy diferentes a mi. A nivel de gestión ha sido fácil, no había envidias, ni conflicto de pocos minutos, siempre nos hemos dado apoyo mutuamente. Un motivo por el que he seguido tanto tiempo ha sido por el ambiente con ellos«. El sentimiento es recíproco con Alex: «Compartir posición con él ha sido muy fácil, fue muy amable, yo llegué más tarde y me recibió con los brazos abiertos. Es un buenazo«.

Para los que no vivisteis a estos porterazos, os situamos. En Alex teníamos un prototipo de portero estilo Landin, inteligente, calculador, con mucha técnica y antisocial con el rival en la pista; lo que se dice un portero líder. Edgar era un modelo mucho más atípico: intuitivo, con un gran instinto felino, rápido y capaz de remontar un partido él solo. Alfredo era un rollo más David Barrufet, alto, espigado, sus piernas eran como tentáculos, llegaba a todas partes y era manso. Y finalmente Jene, cuyos patrones no están enmarcados en ninguno de los anteriores perfiles. Sobre el papel no había match y sin embargo todo encajaba a la perfección.

Última parada con destino a la «nueva Salle»

No hay nada más grande que dejar huella en el club de tu vida, y en este caso la de Jene la discernimos en los comentarios de quienes le idolatraban desde la grada. Esta vez no hablamos de los padres, sino de los niños. Antoni Márquez, conocido como Tonet, es a día de hoy el joven guardameta del Senior A, y a la vez es la prueba viva de un relevo generacional con ínfulas de legado: «Yo cuando iba a ver el senior A de pequeño en el poli recuerdo que Jene estaba en la portería. Desde pequeño pensaba que algún día podría ser él. Para mi ha sido un orgullo poder jugar con él y haber llegado donde de pequeño veía que era imposible. Personalmente me ha hecho mucha ilusión jugar con él«.

No es el único. Armand, con quien también ha compartido portería esta temporada, dice que para él ha sido un hermano bajo palos. «Desde el primer día me recibió como uno más, dándome consejos para mejorar individualmente y colectivamente. Desde pequeño siempre fue mi ídolo, ya que lo veía como el portero al que quería llegar a ser en un futuro, y así ha sido hasta que pude compartir partidos con él«.

A Albert Jene le ha costado años dar el paso de dejar el balonmano, pues estuvo tonteando y amagando la decisión durante tiempo. Finalmente lo ha hecho, y tras él deja una Salle Bonanova que, en términos de portería, nos transmite un mensaje bonito: la última parada de un jugador puede ser histórica, pero sin una primera parada no puede haber historia. Gracias por hacer que más jugadores amen la portería tanto como tú. Esto ya no se para.

Por Màrius Riba.

Un comentario en “Albert Jene, la última parada

  1. Manel dijo:

    Hola soy Manel Jene emocionado y agradecido por el articulo soy el padre de este gran jugador y mejor como persona que realmente a tenido una trayectoria en el Hanbol a manos del gran club salle bonanova intachable y fiel a su equipo.
    Gracias a Ramon Zapater por creer en el y estar a su lado en todo momento. Gracias al club Salle bonanova y todos los jugadores que compartieron con Albert su gran ilusión.

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